Joder, parece que fue ayer y ya llevan unos cuantos discos alegrándonos los tímpanos. Recuerdo cuando escuché el primero de la Brian Setzer Orchestra, aun no repuesto del fin de los Stray Cats, y flipé por un tubo. Vaya si la lió el rubito de bote. Como que se volvió a poner de moda el Swing.
Todo esto viene a cuento del último posavasos de la orquesta. Cuando llevas ya algunos discos, la peña te conoce, has hecho unas cuantas giras y te han dado varios premios, no viene mal pararse y echar un vistazo a tu carrera. Otro habría publicado un recopilatorio, a lo mejor de esos que incluyen una o dos demos para enganchar al personal, pero el amigo Setzer tiene que marcar siempre la diferencia y demostrarnos una vez más que con él rompieron el molde. Total, que saca este “Ultimate Collection”, un CD doble con dos conciertos de su banda: uno del principio de su carrera, en el Festival Internacional de Jazz de Montreal, y el otro grabado en el 2003 en Tokio, después de haber obtenido ya tres premios Grammy. El antes y el después de una banda excepcional. Y como es tan excepcional, no hay una gran diferencia entre ambos. No se puede decir: “hostia, han mejorado”, porque ya eran mejores cuando empezaron. Y lo siguen siendo.
Los dos directos suenan de puta madre. Esto es importante, porque todos sabemos que cuando uno compra un directo se la está jugando: si no lo hemos escuchado antes no sabemos cómo va a sonar, a lo que hay que añadir que el handicap de los directos es que, al contrario que los discos de estudio, están pensados para que la gente, además de escuchar, vea el espectáculo. Metiéndolo en un CD siempre te va a faltar la mitad. Bien, pues esto no se nota en el disco que nos ocupa: suena dabuti y tiene un gran poder evocativo, pudiéndote imaginar perfectamente lo que no ves.
Hay que decir que la Brian Setzer Orchestra no es propiamente una banda de Jazz: es Brian Setzer tocando con una banda de Jazz, y eso le confiere unas características particulares: es claramente la banda de Brian, un proyecto personalísimo que funcionaría cambiando a los músicos, pero no sin Brian Setzer. Su carisma prevalece, su querencia rockabíllica resulta manifiesta y es incontestablemente la guitarra quien manda. Lo que oímos en sus discos es, pues, Rock & Roll con acompañamiento de Big Band, cantado estilo crooner con un abanico de referencias sonoras que van desde el Jumpin´ Jive hasta el Surf, pasando incluso por el Psychobilly.
Analicemos los conciertos de forma separada, no porque sean diferentes, sino para darle algo de orden a la cosa. En el de Montreal la banda está recién creada, lo que se nota en el repertorio: mayor número de versiones, temas Stray Cats (“Rumble in Brighton”, que aquí se convierte en “Rumble in Montreal”; “Rock this town”, con un solo de lo más energético, la única que se repite en el segundo concierto; y la versión de “That mellow saxophone”, que los Stray Cats grabaron en su primer LP como “Wild saxophone”), que también serán parte importante del segundo disco (evidentemente su público siempre espera que Brian toque algo de su mítica banda de Rockabilly), y también otros temas de orientación aun muy Rocker (“Good Rockin’ Daddy”, de Richard Berry; “Your true love”, de Carl Perkins; “Brand new Cadillac”, de Vince Taylor). Abre y cierra el bolo con instrumental (abre con el tema de James Bond y cierra con “Honky Tonk” de Bill Doggett). Es difícil destacar algo, ya que todo es destacable, pero me mola especialmente “My baby only cares for me”, composición de Brian muy elegante estilo crooner; “Ghost Radio”, compuesta a medias entre él y Joe Strummer, flipante, en lo que él mismo define como “Psychobilly Big Band”, y no veas si le pega; o la versión muy jazzística de “Route 66”, con su pedazo de solo y el alarde virguero de toda la banda. También hay un solo muy guapo en “As long as I´m singing” y lucimientos del rubito en plan crooner acelerado.
Y llegamos al concierto de Tokio, donde flipan con él (es como San Miguel, que donde va, triunfa). Aquí ya tiene un repertorio propio que lucir, lo que no significa que deje las canciones Stray Cats de lado, rescatando “Gene & Eddie”, muy coreada, por cierto; “Stray Cat Strut”, puro Rock’n’Roll con vientos Big Band, enlazándola con partes de “Pink Panther”, de Henry Mancini (la guitarra, soberbia, y un bestial solo de contrabajo); de nuevo el “Rock this town”, muy enérgica y con un solo atómico; y “I won´t stand in your way anymore”, que quizás sea el detalle peor de un disco cojonudo, ya que la canta con un poco de desgana, creyendo que fácilmente va a obtener el recurso emotivo sólo por recitar la letra, en un claro síntoma de apoltrone-de-estrella. Si no la hubiera tocado no hubiera pasado nada, pero Brian, no te preocupes: te perdono. De nada. Y ya que estamos, los coros en “This cat’s on a hot tin roof” sobran. Qué se le va a hacer.
Pero este disco también es la caña. Mantiene el Rockin’ en una versión muy clásica del “Mystery Train”, hace un soberbio solo en “Jumpin´ East of Java” y demuestra haberse ubicado más en el Swing/Jazz versioneando esta vez a Duke Ellington (“Caravan”) y tocando dos seguidas del repertorio de Glenn Miller: “Pennsylvania 6-5000” y “Gettin’ in the mood”, amén del “Jump, Jive an’ Wail” de Louis Prima.
Resumiendo y terminando, está la cosa a huevo: un disco de la Brian Setzer Orchestra es un acierto seguro. Ahora y siempre. Aquí y en Pekín. Y si el disco es doble, es un doble acierto. Píllalo, no te defraudará. Todo lo que hace el Setzer es imprescindible.
Roberto Blanco Tomás.
Publicado en la revista electrónica "Cuantoyporquetanto"