THE BRIAN SETZER ORCHESTRA – “The Ultimate Collection” (Surfdog Records, 2004)

Joder, parece que fue ayer y ya llevan unos cuantos discos alegrándonos los tímpanos. Recuerdo cuando escuché el primero de la Brian Setzer Orchestra, aun no repuesto del fin de los Stray Cats, y flipé por un tubo. Vaya si la lió el rubito de bote. Como que se volvió a poner de moda el Swing.

Todo esto viene a cuento del último posavasos de la orquesta. Cuando llevas ya algunos discos, la peña te conoce, has hecho unas cuantas giras y te han dado varios premios, no viene mal pararse y echar un vistazo a tu carrera. Otro habría publicado un recopilatorio, a lo mejor de esos que incluyen una o dos demos para enganchar al personal, pero el amigo Setzer tiene que marcar siempre la diferencia y demostrarnos una vez más que con él rompieron el molde. Total, que saca este “Ultimate Collection”, un CD doble con dos conciertos de su banda: uno del  principio de su carrera, en el Festival Internacional de Jazz de Montreal, y el otro grabado en el 2003 en Tokio, después de haber obtenido ya tres premios Grammy. El antes y el después de una banda excepcional. Y como es tan excepcional, no hay una gran diferencia entre ambos. No se puede decir: “hostia, han mejorado”, porque ya eran mejores cuando empezaron. Y lo siguen siendo.

Los dos directos suenan de puta madre. Esto es importante, porque todos sabemos que cuando uno compra un directo se la está jugando: si no lo hemos escuchado antes no sabemos cómo va a sonar, a lo que hay que añadir que el handicap de los directos es que, al contrario que los discos de estudio, están pensados para que la gente, además de escuchar, vea el espectáculo. Metiéndolo en un CD siempre te va a faltar la mitad. Bien, pues esto no se nota en el disco que nos ocupa: suena dabuti y tiene un gran poder evocativo, pudiéndote imaginar perfectamente lo que no ves.

Hay que decir que la Brian Setzer Orchestra no es propiamente una banda de Jazz: es Brian Setzer tocando con una banda de Jazz, y eso le confiere unas características particulares: es claramente la banda de Brian, un proyecto personalísimo que funcionaría cambiando a los músicos, pero no sin Brian Setzer. Su carisma prevalece, su querencia rockabíllica resulta manifiesta y es incontestablemente la guitarra quien manda. Lo que oímos en sus discos es, pues, Rock & Roll con acompañamiento de Big Band, cantado estilo crooner con un abanico de referencias sonoras que van desde el Jumpin´ Jive hasta el Surf, pasando incluso por el Psychobilly.

Analicemos los conciertos de forma separada, no porque sean diferentes, sino para darle algo de orden a la cosa. En el de Montreal la banda está recién creada, lo que se nota en el repertorio: mayor número de versiones, temas Stray Cats (“Rumble in Brighton”, que aquí se convierte en “Rumble in Montreal”; “Rock this town”, con un solo de lo más energético, la única que se repite en el segundo concierto; y la versión de “That mellow saxophone”, que los Stray Cats grabaron en su primer LP como “Wild saxophone”), que también serán parte importante del segundo disco (evidentemente su público siempre espera que Brian toque algo de su mítica banda de Rockabilly), y también otros temas de orientación aun muy Rocker (“Good Rockin’ Daddy”, de Richard Berry; “Your true love”, de Carl Perkins; “Brand new Cadillac”, de Vince Taylor). Abre y cierra el bolo con instrumental (abre con el tema de James Bond y cierra con “Honky Tonk” de Bill Doggett). Es difícil destacar algo, ya que todo es destacable, pero me mola especialmente “My baby only cares for me”, composición de Brian muy elegante estilo crooner; “Ghost Radio”, compuesta a medias entre él y Joe Strummer, flipante, en lo que él mismo define como “Psychobilly Big Band”, y no veas si le pega; o la versión muy jazzística de “Route 66”, con su pedazo de solo y el alarde virguero de toda la banda. También hay un solo muy guapo en “As long as I´m singing” y lucimientos del rubito en plan crooner acelerado.

Y llegamos al concierto de Tokio, donde flipan con él (es como San Miguel, que donde va, triunfa). Aquí ya tiene un repertorio propio que lucir, lo que no significa que deje las canciones Stray Cats de lado, rescatando “Gene & Eddie”, muy coreada, por cierto; “Stray Cat Strut”, puro Rock’n’Roll con vientos Big Band, enlazándola con partes de “Pink Panther”, de Henry Mancini (la guitarra, soberbia, y un bestial solo de contrabajo); de nuevo el “Rock this town”, muy enérgica y con un solo atómico; y “I won´t stand in your way anymore”, que quizás sea el detalle peor de un disco cojonudo, ya que la canta con un poco de desgana, creyendo que fácilmente va a obtener el recurso emotivo sólo por recitar la letra, en un claro síntoma de apoltrone-de-estrella. Si no la hubiera tocado no hubiera pasado nada, pero Brian, no te preocupes: te perdono. De nada. Y ya que estamos, los coros en “This cat’s on a hot tin roof” sobran. Qué se le va a hacer.

Pero este disco también es la caña. Mantiene el Rockin’  en una versión muy clásica del “Mystery Train”, hace un soberbio solo en “Jumpin´ East of Java” y demuestra haberse ubicado más en el Swing/Jazz versioneando esta vez a Duke Ellington (“Caravan”) y tocando dos seguidas del repertorio de Glenn Miller: “Pennsylvania 6-5000” y “Gettin’ in the mood”, amén del “Jump, Jive an’ Wail” de Louis Prima.

Resumiendo y terminando, está la cosa a huevo: un disco de la Brian Setzer Orchestra es un acierto seguro. Ahora y siempre. Aquí y en Pekín. Y si el disco es doble, es un doble acierto. Píllalo, no te defraudará. Todo lo que hace el Setzer es imprescindible.



Roberto Blanco Tomás.
Publicado en la revista electrónica "Cuantoyporquetanto"

LITTLE BOY ARNOLD & HIS WESTERN OAKIES – “10 years ridin’ this old train” (Sleazy Records, 2004)

Little Boy Arnold & His Western Oakies son uno de los pocos grupos supervivientes de la explosión Rockabilly de los ’90 en nuestro país, aunque realmente el superviviente es el propio Little Boy, ya que el resto de la formación actual es nueva. Su andadura comienza en Marbella en febrero de 1994, apareciendo como trío acústico (sin batería) al estilo Elvis, Scotty & Bill o The Johnny Burnette R’n’R Trio. Desde entonces, múltiples cambios de formación, bolos por todas partes, un par de EP’s y canciones en recopilatorios. El grupo queda orientado desde un principio en el rollo “Cat”, corriente dentro del Rockabilly empeñada en rescatar las raíces del sonido primitivo del género, allá por los ’50, justo cuando el Rockabilly estaba empezando a configurarse como tal y cuando aun la frontera entre éste y el Honky Tonk, el sonido Hillbilly o el Boogie Woogie era más bien difusa. El dato es importante porque no a todos los Rockeros de hoy les mola este estilo clasicista. Pero ahí está Little Boy, más conocido en su casa como Héctor Guerrero, consiguiendo cosas por las que muchas otras bandas matarían (popularidad en el circuito Rockabilly fuera de España, bolos en EE.UU....).

El CD que nos ocupa hoy es una recopilación que pretende servir de muestrario de lo que el grupo ha hecho hasta ahora, con 33 temas (la mayoría versiones) de 5 grabaciones distintas, con tres diferentes formaciones de esta banda marbellí-alicantina. Un repaso muy interesante a la historia del grupo, que los completistas agradecerán.

Lo primero que oímos al pulsar “play” son siete de los temas grabados en Marbella en el ’95 para su primera maqueta (de 8 temas), todos versiones de clásicos del Rockabilly como “I can’t loose” (S. Fisher), “Gone, gone, gone” (Carl Perkins) o “Pretty bad Blues” (Ronnie Self). La misma formación (Héctor Guerrero –voz y guitarra rítmica-, Sebastián Palma –contrabajo- y Emiliano Vera –guitarra eléctrica-) es responsable de los siguientes siete temas, sacados de su primer EP (“You won´t fool me anymore”, 1996. Sweet 50’s), ya con material propio entre las versiones, que suena más cañero que lo anterior. Terminando con las grabaciones de estudio, encontramos cuatro canciones más, grabadas ya en Alicante (septiembre, 2001), donde se mudó Little Boy tras casarse en Las Vegas, con nueva formación (Héctor Guerrero –voz y guitarra rítmica-, Roberto Guerrero –guitarra eléctrica- y Humberto Corrales –contrabajo-) y batería en una de las canciones (Mario García, en “I gotta go”), para su segundo EP (“I gotta go”, 2002. Sleazy Records) de tres temas: las originales “I gotta go” y “Feelin’ kinda lonesome” y la versión de Lonnie Smithson “It takes time”.

Todo lo que viene después (15 temas) es una muestra de cómo suenan en directo, también perteneciente a distintas épocas, para ver la evolución de la banda: 8 grabados en el Arena Club de Marbella en marzo del ’95 con la misma formación de su primer EP, de sonido algo chungo, y a continuación, para mí, lo mejor del CD: 7 temas grabados en directo en la CMR (Country Music Radio), una emisora londinense, el 13 de octubre del ’98, esta vez también con batería (Javier Sarmentero). En esta ocasión el guitarrista es Diego Araoz, Sebastián Palma repite al contrabajo y, cómo no, Héctor Guerrero –Little Boy Arnold- a la voz y la guitarra rítmica. Al ser un directo en la radio, los instrumentos se oyen algo bajos, sonando en comparación la voz bastante alto, pero resulta de puta madre y tiene el encanto de los viejos directos radiofónicos.

En líneas generales, el disco es un documento muy interesante para conocer a esta banda. Quizá sean demasiadas canciones para oírlas todas en una sola sesión, dado lo lineal de su estilo (no busques cosas raras: esto es Rockabilly clasicote sin ninguna otra influencia que lo distorsione). Creo que el disco sirve más bien como archivo de la evolución de este grupo marbellí-alicantino, que realmente lo consigue: suena 100% clásico. Da el pego: si te olvidas de quiénes son, crees estar ante una banda de algún lugar perdido de Mississippi (por ejemplo) en 1955, justo antes de que la cosa explotase. Sólo falta que Héctor pula un poquito más el acento y… Yiiiii-haaaa!!!





Roberto Blanco Tomás.
Publicado en la revista electrónica "Cuantoyporquetanto"